El riesgo se vive en la tormenta
La hipótesis central de una percepción más efectiva como la propuso Goethe de “vivirla en la tormenta”, o en un sentido pragmatista de percepción sin intermediarios se desarrolla a continuación. No significa esta propuesta, la existencia de algunos entes o de qualia imposibles de reducir a un contenido representacional, sino la pérdida inevitable de contenido de cualquier tipo de representación del riesgo, sobretodo en riesgos de origen natural.
En el sentido estrecho de los filósofos, la percepción sensorial directa se aplica a las propiedades del objeto “observado” como “caliente”, “duro”, “rojo”, propiedades que se perciben directamente a través de los sentidos, estos objetos pasan a constituirse en objetos de la conciencia, que se transforman en representaciones, las cuales se comunican a través del lenguaje (palabras, diagramas, esquemas, etc.).
En este nivel de percepción (sensorial), el sujeto interpretante (de lo representado) o agente perceptor, que para el nivel es el mismo, viene precedido de una serie de elementos que condicionan su acceso epistémico a la realidad.
La carga teórica tan discutida por los filósofos de la ciencia; las creencias, incluidos los mitos, leyendas y las de origen religioso y cultural; el nicho ecológico, y el entorno socioeconómico y político, obligan a la existencia de una pluralidad de percepciones en torno a un mismo objeto de riesgo. Percibir un terremoto es una experiencia diferente para quien está en permanente contacto con este evento de la naturaleza (zonas de alta actividad telúrica) que para aquel que sólo ha tenido contacto a través de una cadena o red de representaciones. La percepción de una amenaza entre dos agentes perceptores del mismo nicho ecológico con diferente carga teórica generan seguramente representaciones diferentes; la presencia de un animal salvaje, un león por ejemplo, no se percibe igual en un niño que en un adulto, sus actitudes (debido a la percepción) serán de asombro y curiosidad en el primer agente y de temor y precaución en el segundo. Aún en el supuesto equilibrio de estos elementos, las condiciones psicológicas del agente perceptor harán cambiar los rasgos de la realidad, según su estado emocional, tal como el amor, el odio, la esperanza, el miedo, la alegría o el temor; igualmente los motivos personales, intereses y expectativas juegan un papel importante en el acto de percibir.
Los estudios de psicología nos ofrecen otros factores condicionantes de la percepción, entre los cuales se destacan la no respuesta sensorial a muchos aspectos del entorno (como sonidos de alta frecuencia y los efectos del color en la mente), la capacidad de concentración, la conciencia (en la cual se desarrolla el proceso cognitivo o percepción), la adaptación y la memoria. Llama la atención el interés de la psicología por la base fisiológica de la percepción, en especial el sentido de la vista, sentido dominante que proporciona al agente perceptor una gran cantidad de datos acerca de su entorno, al respecto son numerosos los trabajos de la llamada psicología de la gestalt. El antropólogo Collin Turnbull, estudiando a los pigmeos Bambutis del Congo, relata cómo la distancia más grande, en la cual logran percibir objetos es de aproximadamente 30m, debido a su nicho ecológico (selvas densas); en un viaje a una planicie abierta de uno de estos pigmeos, percibida por primera vez en su vida, confunde un grupo de búfalos, situados a unas cuantas millas, con un grupo de insectos.
Esta pluralidad de percepciones se traduce en una pluralidad de representaciones, en las cuales, no podemos esperar un simple reflejo especular como lo considera el filósofo Richard Rorty; cada sujeto reduce sus impresiones sensoriales, en palabras de Peirce, a una unidad o proposición con la forma sujeto predicado; la tierra se mueve, podría ser la primera representación (lingüística) de uno de los agentes perceptores ante la vivencia de un terremoto; el dios Atlas se rasca la cabeza, podría ser la representación de otro sujeto en el pasado griego o el choque de la placa tectónica del pacífico con la placa continental suramericana, acaba de liberar una gran cantidad de energía sería la representación de un agente cargado con la teoría científica dominante.
Los agentes perceptores del mismo riesgo, como hemos visto, generan representaciones particulares, las cuales necesariamente se tendrán que poner en discusión y comparación, iniciando el proceso de construcción social del riesgo y su posterior gestión (uso y distribución). Al respecto, Andoni Ibarra plantea el riesgo como un concepto social y objetivamente construido y agrega la existencia de criterios de una racionalidad de contingencia social que permiten la explicación de cómo se produce y reproduce un complejo entramado de riesgo.
A este nivel surge nuevamente la pregunta sobre la efectividad de estas representaciones, de estos constructos sociales.
Independientemente del concepto que se tenga de riesgo, los ejemplos que se presentan en las siguientes líneas, evidencian la baja efectividad de la percepción del riesgo a través de diferentes formas de representación.
Los riesgos asociados al tabaquismo se han re-presentado por medio de películas, fotografías, documentos, estadísticas; sin embargo la mayoría de los fumadores, al continuar con su hábito, parecen no percibir efectivamente estos riesgos. Una tesis sostiene que “si existe percepción” pero las actitudes se relacionan más con la no inminencia de estos riesgos, tesis que no contradice la percepción sensorial natural directa en el momento de la ocurrencia del riesgo.
Los habitantes cercanos a un volcán con alto riesgo de erupcionar (volcán Galeras de Colombia, por ejemplo), se niegan a evacuar a pesar de las alertas anunciadas y a las diferentes representaciones que la literatura y en especial el cine (Volcano y un pueblo llamado Dante’s Peak filmadas en 1997) han realizado sobre el impacto de estas erupciones. Sólo cuando los ríos de lava, los incendios y la lluvia de piedras y ceniza se hacen presentes, los pobladores inician una evacuación masiva. ¡Hay percepción efectiva en medio de la tormenta!
El riesgo sísmico es un ejemplo aún más ilustrativo. Los millones de muertos y heridos, las grandes pérdidas económicas, las imágenes de ciudades arrasadas, no han sido representaciones suficientes para que diferentes actores sociales (incluidos los políticos) que habitan en zonas de alto riesgo sísmico (que aún no han percibido los efectos de un terremoto directamente) tomen las medidas necesarias para mitigar estos riesgos. Los pobladores de las ciudades localizadas en zonas sísmicas construyen sus viviendas sin sujetarse a normas mínimas de sismo-resistencia a pesar de haber “percibido” los efectos catastróficos a través de las representaciones que ofrecen los diferentes medios de divulgación de riesgos.
Estos tres ejemplos de percepción de riesgos de origen natural, riesgos visibles, conocidos, registrados estadísticamente, invitan a reflexionar sobre los riesgos de origen artificial. Los riesgos de origen tecnológico, en una gran mayoría invisibles, riesgos que en algunos casos se globalizan como dicen Giddens o se democratizan en palabras de Beck, en la mayoría de los casos sólo se pueden percibir a través de las representaciones que de ellos hacen científicos y tecnólogos, percepción que, como se ha podido ver, pierde contenido, es poco efectiva. Prueba de ello son los altos niveles de polución en ciudades como México y Bogotá, la pérdida “invisible” de la capa de ozono y el cambio silencioso de los cultivos naturales por cultivos transgénicos.
En todo este escenario, ¿la solución para una mayor efectividad en la percepción del riesgo se encuentra en las representaciones isomórficas, como imagen especular de la realidad natural o artificial?, la respuesta es negativa. Esta reflexión es una invitación a la construcción de representaciones que no sólo se centren en el sentido de la vista, que considere, además, la débil traducción o interpretación pública de las actuales representaciones del riesgo.
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