Rincón
del riesgo
¿Qué tanto conocemos del otro?
Por Juan Guillermo Rivera Berrío
Recuerda se ven las caras... pero nunca el corazón.
Inicio este rincón del riesgo con una
frase salsomana de Rubén Blades, para llamar la atención sobre el riesgo que
corremos por no conocer al otro. Pero antes, quiero partir de una premisa: “No creas nada de lo que leas en este
artículo. Está demostrado que el lenguaje escrito es el menos efectivo de
cuantos utiliza el ser humano para comunicarse. El significado de cada palabra
viene determinado por la interpretación subjetiva de cada lector”. Con esta
afirmación, que comparto, inicia el libro “encantado de conocerme” del
periodista Borja Vilaseca, fuente de inspiración de este artículo (http://borjavilaseca.com/index.php/2008/01/21/encantado-de-conocerme/).
¿Qué tanto conocemos a nuestros vecinos?
El 22 de julio de 2011, un terrorista noruego, Anders Behring
Breivik, asesinó a 69 jóvenes en la isla Utoya en Noruega: "A mí me
parecía una persona cualquiera, el hombre que pasa desapercibido", declaró
un vecino de su madre a la AFP al día siguiente de la matanza. "El noruego
de buena apariencia del cual nadie sospecha", agregó.
En julio de 2012, James Holmes, otro vecino de alguien, asesinó
a 12 personas y dejó 58 heridos en el cine de Aurora en Colorado.
Estos dos ejemplos no nos pueden llevar a inferir que
nuestros vecinos son peligrosos, sólo es una evidencia de qué no es raro tener
en nuestra vecindad sujetos extraños. Pero, no es tampoco nuestra obligación
enviar a nuestros vecinos a un estudio psicológico o a un análisis detallado de su perfil. Lo
cierto es que, como canta Blades, sólo vemos sus caras.
¿Qué tanto conocemos
a nuestros enemigos?
En la vida, tristemente, nos ganamos enemigos. Sin ser la
psicología mi profesión, me atrevo a afirmar que existen tres tipos de
enemigos. El enemigo frentero, que te da la cara y te expresa abiertamente que
la caes mal, que no comulga con tus ideas, que públicamente te enfrenta… es el
menos peligroso de los enemigos, puesto que te da la posibilidad de defenderte.
El enemigo soterrado, que habla de ti a la sombra, que te desacredita, pero no
te da la cara; es más letal que el primero, pero siempre habrá algún amigo que
te advierte de este riesgo y, por tanto, existirá la posibilidad de prevenir
sus efectos. El enemigo amigo… ¡el más peligroso! Es el que te adula, que se acerca y se hace tu amigo, que hurga en
tu ser para encontrar tus debilidades, en el que confías, al que le cuentas tus
secretos, tus aspiraciones, y compartes tus ideas; cuando menos lo piensas, lanza su ataque demoledor y no tienes
posibilidad alguna de defenderte… caes derrotado, una derrota dolorosa porque
además del daño propinado, queda la sensación de la traición, del engaño.
¿Qué tanto conocemos
a nuestros amigos?
Hay amigos de toda la vida que logramos conocer en un alto
grado pero, como a todos nos ocurre, existen aspectos de nuestra personalidad
que ocultamos por algunas razones. El conocimiento pleno de lo que somos ni
nosotros mismos logramos alcanzarlo. Pese a esta incompletitud, la existencia
de amigos, en stricto sensu, hace más
placentera nuestra existencia, permite que afrontemos con mayores posibilidades
de éxito el mundo de los riesgos.
¿Qué tanto nos conocemos?
El ego es la distorsión de nuestra esencia, una identidad ilusoria que
sepulta lo que somos verdaderamente. También se le llama falso yo. Así, por
mucho que podamos sentirnos identificados con él, no somos nuestro ego: ante
todo, porque el ego no es real. Sometidos a su embrujo, interactuamos con el
mundo como si lleváramos puestas unas gafas con cristales coloreados, que
limitan y condicionan todo lo que vemos. Y no solo eso: con el tiempo, esta
percepción subjetiva de la realidad limita nuestra experiencia, creándonos un
sinfín de ilusiones mentales que imposibilitan que vivamos en paz y armonía con
nosotros mismos y con los demás.
Borja Vilaseca: "Encantado de conocerme"
Ya lo había advertido, el conocimiento de nuestro ser no es
pleno. Nuestra conscious awareness que denominamos experiencia consciente o
conocimiento consciente se ve limitada por la forma como percibimos el mundo,
debe existir una “percepción de lo percibido” o como lo denomina Llinás “el sí mismo”
para evitar las ilusiones mentales que enuncia Borja. Pero, por nuestras
capacidades o intereses, no percibimos todo lo que hay en nuestro entorno y
necesariamente convivimos con esas ilusiones mentales. Esta ilusiones evitan
que nos conozcamos plenamente ¿qué tanto sabemos de nuestras reacciones a la
adversidad?, ¿hasta dónde pueden llegar nuestras emociones?, ¿quiénes podemos
llegar a ser?
No hay comentarios:
Publicar un comentario